Luis Cernuda - Adrià Ros
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Luis Cernuda tuvo una educación rígida y exigente, debido a
que su padre era militar. A los nueve años de edad le empezó a interesar la
poesía y más tarde un profesor lo animó a escribir sus propios versos, los
cuales después el corregía. Empezó a estudiar Derecho en la Universidad de
Sevilla en 1919, teniendo como profesor a Pedro Salinas, que le ayudó con sus
primeras publicaciones.
Después de cuatro años de carrera universitaria, la deja
para hacer el servicio militar e ingresa en el Regimiento de Caballería de
Sevilla. En 1924 regresa para terminar sus estudios, los cuales termina en
1926. En el año 1925 conoce a Ramón Jiménez y publica sus primeros poemas en
Revista de Occidente.
En 1927 publica su primer libro lírico, Perfil del Aire,
recibiendo una gran mayoría de críticas negativas. Incluso su mentor Salinas
considera a este libro demasiado influido por Jorge Guillén. En diciembre
asiste a los actos celebrados en el Ateneo de Sevilla con motivo del tercer
centenario de la muerte de Góngora, pero solo como oyente, aunque ya había
conocido a varios miembros de la que sería denominada después Generación del 27.
En 1928 fallece su madre y, tras liquidar la herencia familiar, abandona
Sevilla para siempre y marcha a Madrid, donde conoce a Vicente Aleixandre; en
noviembre Salinas le ayuda a conseguir un lectorado de español en la
Universidad de Toulouse; viaja también a París, donde se aficiona al cine.
Se traslada luego a Madrid en 1929 y allí, desde 1930,
trabaja en la librería de León Sánchez Cuesta, asiste a diversas tertulias en
compañía de Vicente Aleixandre y de Federico García Lorca. Este último le
presenta a un joven actor gallego llamado Serafín Fernández Ferro y Cernuda se
enamora de él; pero este solo le corresponde cuando necesita dinero. Este amor
insatisfecho inspirará sus libros Donde habite el olvido y Los
placeres prohibidos. Colabora en la revista Cruz y Raya de José Bergamín y
publica en ella sus traducciones de Hölderlin (1934). En 1936, poco antes de
estallar la Guerra Civil, interviene en el homenaje a Valle-Inclán y publica la
primera edición de su obra poética completa hasta entonces, bajo el título de
La realidad y el deseo.
Se entera del asesinato de Federico García Lorca y le
escribe una sentida elegía, "A un poeta muerto (F. G. L.)", cuyos
dos últimos párrafos fueron censurados. Pasó dos meses como agregado de la
Embajada Española en París y vuelve a Madrid, donde se alista en el Batallón
Alpino; con él es enviado a la Sierra de Guadarrama. En abril de 1937 se
traslada a Valencia, donde colabora con Hora de España y publica la citada
elegía a Lorca. Participa allí en el II Congreso de Intelectuales Antifascistas
de Valencia, donde conoce a Octavio Paz, a quien volverá a ver más adelante en
México.
En 1938 parte al Reino Unido donde da conferencias y trabaja
en distintas escuelas y universidades, como la de Glasgow o Cambridge. Más
tarde en 1947 decide irse a Norteamérica y trabajar como profesor en una
escuela de Massachusetts donde consigue la estabilidad económica que tanto ansiaba. Tres viajes a México sirvieron
para que añorara vivir en un país donde se hablara su idioma natal, así que decidió
ir a vivir allí donde se reencontró con viejos amigos como Octavio Paz.
El 5 de noviembre de 1963 fallece en la Ciudad de México y es enterrado pocos días después en la sección española del Panteón Jardín.
Nunca negó su condición homosexual, factor que le hizo ser
considerado en su patria un «raro» y rebelde, dada la mentalidad poco abierta
de la España de entonces, «un país donde todo nace muerto, vive muerto y muere
muerto», como dirá en Desolación de la Quimera. La consciencia de su
aislamiento se expresa en una de sus imágenes más conocidas: Cernuda se ve a sí
mismo «como naipe cuya baraja se ha perdido».
El fragmento de texto que pondré a continuación pertenece a "Si El Hombre Pudiera Decir", de Los Placeres Prohibidos:
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad porque muero.
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